jueves, 9 de abril de 2015

Sobre Las Noches Rusas, de Gabriel Peveroni, Caras y caretas

LAS NOCHES RUSAS DE ROBERTO ECHAVARREN

La responsabilidad de la memoria
por Gabriel Peveroni

Cada escritor tiene, o debería
tener, si aspira a escribir algo
realmente trascendente, una
o dos grandes obsesiones. En el caso
de Roberto Echavarren -poeta, ensayista
y novelista- todos los caminos
parecen conducir, sea en el género
que se manifieste, a reflexionar sobre
la androginia y a manifestar la
libertad de moverse al borde de lo
aceptado. Por ésas y otras razones
no sorprende su afición a la estética
neobarrosa, que haya escrito novelas
como Ave roe y Yo era una brasa,
o que se entusiasme con la vida y la
escritura de personajes como Felisberto
Hernández, Manuel Puig y Néstor
Perlongher.
    La edición de Las noches rusas sorprende,
en primer lugar, a los que no
estaban atentos a otra de las obsesiones
vitales del escritor, quien trabajando
en la Academia se fue especializando
en literatura rusa, aprendió
el idioma y empezó a probarse como
traductor de poetas como Tsvietaieva,
Esenin y Kliuev. Fue en 2001 que
Echavarren cumplió el sueño de viajar
a Petersburgo y Moscú, donde lo
esperaban decenas de historias que
una década después se exponen en
la voluminosa novela-ensayo con
portada roja, subtitulada 'Materia y
memoria'.
    Todos los mundos creativos de Echavarren
colisionan en este viaje, y eso
es en buena parte el éxito de la em-
OBSESION RUSA
"De adolescente descubrí el
teatro de Chéjov al ver La gaviota
dirigida por Taco Larreta.
De ahí pasé a descubrir Turgueniev,
los novelistas y luego
los poetas. Fue un proceso
continuo. Eso, por un lado; por
otro, descubrir una mentira, la
propaganda que falseó los hechos
históricos y ocultó el terror".
(Roberto Echavarren)
    El escritor y ensayista Roberto Echavarren publicó
Las noches rusas, un compendio de los testimonios
que recabó en 2001 entre sobrevivientes del cerco
nazi a Petersburgo y perseguidos políticos durante los
gobiernos de Lenin y Stalin.
presa: el escritor puso todo en juego
para escribir su gran libro. De esa
manera, el rigor y la minuciosidad del
académico estuvieron acompañados
del bisturí del novelista y la intuición
incómoda del poeta. En principio,
viajó para recopilar historias del sitio
nazi a Petersburgo y a seguir la pista
del círculo de poetas perseguidos
por la Policía secreta de Stalin, pero
pronto se agregaron otras líneas en
el desarrollo: el impacto de la 'noche
rusa' en la intelectualidad petersburguesa,
testimonios de homofobia durante
la revolución y fragmentos de
su propio viaje.
"Me propuse mantener en tensión
esos cinco hilos del relato sin que
ninguno fuese hegemónico", explica
Echavarren sobre las mencionadas
capas narrativas de Las noches ru-
sas. "Eso es importante para dar en
conjunto una impresión de 'historia
viva', en que los factores se interrelacionan,
algo que en general los historiadores
no logran, sea porque su
objeto es limitado o porque es demasiado
vasto. Quería dar la impresión
de historia vivida, esmerando la mayor
concreción de los testimonios y, a
la vez, articulando el proceso político
institucional, la guerra, la carrera de
los mejores poetas como tarea de resistencia.
Por cierto, la investigación
de la homofobia es algo que me concierne
personalmente. Lo curioso es
que antes de Lenin, Rusia era un país
bastante avanzado en este sentido,
mucho más tolerante que Inglaterra,
por poner un ejemplo. Por último, lo
que da unidad al conjunto es el diario
de viaje, que es la forma literaria que
engloba las historias de vida recabadas
y los otros estratos que conforman
mi investigación".
Los testimonios son duros: desde
el relato de sobrevivientes del sitio
nazi a Petersburgo y partisanos traicionados
por los generales soviéticos
hasta el periplo de los niños vascos
refugiados que nunca pudieron
volver a su tierra. Uno tras otro, los
relatos reviven tormentas y pesadillas,
incomodan, a veces saturan,
pero asoman imprescindibles para
atisbar una mirada diferente a circunstancias
políticas y cotidianas
que muchas veces fueron ocultadas.
"Me parece que no se puede
recubrir con un manto de amnesia
cada período histórico que se ha
sobrepasado", enfatiza Echavarren.
"No entender el pasado quiere decir
no entender de dónde venimos y
flotar en un presente trivial y seguir
creyendo en mentiras que se han
probado falsas. Dar cuenta de algo
quiere decir entenderlo, por un lado,
y al entenderlo tomar en cuenta los
sufrimientos, las injusticias, las humillaciones.
Es una responsabilidad
de la memoria".

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